Materiales y Técnicas Constructivas
La capacidad de observación que muestra el hombre así como su evidente necesidad de protección permiten asegurar que la actividad constructora del ser humano aparece desde el inicio de su presencia en nuestro planeta.
El refugio bajo rocas voladas o dentro de las grandes grietas del terreno no resguarda completamente de las oscilaciones térmicas, los enemigos o las fieras. Pronto aprende a utilizar el abrigo que proporcionan las cuevas y oquedades profundas fijando allí los hogares que albergan su existencia de cazador.
Cuando con el paso del tiempo llega a dominar la agricultura y por ello a consolidar su vivienda en lugares fijos, utiliza para construirla los materiales más cercanos, muchos veces derivados de su actividad agrícola.
Hasta hace pocas décadas el hombre ha usado sólo unos pocos materiales a lo largo de su tarea como constructor. La madera en ramas, en rollizos o ligeramente desbastada, la piedra tal como se encontraba en la superficie del suelo o la fácilmente extraíble con herramientas rudimentarias así como la tierra cruda, en sus diversas posibilidades, formaban el abanico constructivo manejado por el ser humano, que podía enriquecerse mezclando simultáneamente varias de estas técnicas entre las que pronto aparece el empleo de la arcilla cocida en forma de tejas o ladrillos.
Las primeras construcciones humanas son rudimentarias, realizadas con el apilamiento de los materiales cercanos y varían de unas zonas a otras acordes con la geología, el clima o la orografía.
Simples horquillas sujetando una elemental cumbrera sobre la que se apoyan largas hojas, muros levantados a base de acumular unos sobre otros fragmentos de tierra o trozos de piedra van evolucionando a elaboraciones más cuidadas que muestran el paulatino dominio de técnicas elementales pero efectivas.
Las ramas amontonadas dejan paso a las paredes de varas tejidas, capaces de sujetar un revoco de barro que impida la entrada del viento en la vivienda, los trozos de tierra en estado natural pasan a ser piezas modeladas de barro que constituyen estructuras eficaces para mantener el calor originado por el rescoldo y los fragmentos de piedra sin tratar inician el camino de los materiales que van tomando la forma deseada para ser encajados formando los fuertes muros que proporcionan la mejor defensa ante los probables enemigos.